sábado, 25 de julio de 2015

Citas de la semana: #3, #4,#5 y #6.

Hoy, queridos lectores, voy a intentar retomar una de las actividades que en un principio había comenzado a realizar pero que tiempo después dejé aparcadas y no he llegado a hacer apenas nada de este apartado.
Por tanto, ahora os dejo unas cuatro citas que he encontrado en algunas novelas y que me han resultado un tanto llamativas.

CITA DE LA SEMANA #3

Mientras los demás dormían, esperó la fatal llegada de aquel amanecer que habría de marcar la despedida final del pequeño universo que se había forjado a lo largo de los años. Pasó las horas en silencio, tendido en la cama con la mirada perdida en las sombras azules que danzaban en el techo de su habitación, como si en esperase ver en ellas un oráculo capaz de dibujar su destino a partir de aquel día.
Carlos Ruiz Zafón, El Príncipe de la Niebla. Editorial Planeta.
CITA DE LA SEMANA#4

Lo segundo que hice fue mirar abajo. 
Todavía veía correr a Milo. Brincaba, esquivaba, huía.
Los soldados rusos se extendían como una mancha de aceite sobre el campo. Una explosión lo llenó todo de humo, pero sólo momentáneamente. Vi el cuerpo de mi niñera saltando por los aires.
-Milo...
Pero se levantó, miró al cielo. Juraría que alzó una mano y la agitó. Después, volvió a echar a correr.
Jordi Sierra i Fabra, En un Lugar Llamado Guerra. Editores Asociados

CITA DE LA SEMANA#5

-Escucha, hijo- la voz del inspector era plácida y natural-. Quiero decirte algo.
-¿Qué es?-reaccionó.
-El mundo está lleno de colinas, y de locos que habitan en ellas. Es más: todos somos locos de la colina. Lo que menos abunda, por suerte son los Álex, aunque sean los de su especie los que construyan esas colinas. No te avergüences de ser como eres, uno más, en tu colina. Piensa que estuviste cuerdo en el momento adecuado.
Pablo sintió un nudo en la garganta. Eso le impidió hablar.
Jordi Sierra i Fabra, El Loco de la Colina. Editorial Edelvives

CITA DE LA SEMANA#6

Le asaltó una angustiosa sensación de desamparo que no le dejaba pensar en otra cosa. Hubo un momento en que le pareció que lo cogían por los pies y por los hombros y que lo levantaban del suelo. Pero no pudo sentir nada más, porque ahora todo su cuerpo daba vueltas y vueltas dentro de su cabeza, mientras su cuerpo caía y caía por aquel tobogán de negrura que lo engullía y que parecía no tener fin.
Agustín Fernández Paz, En el Centro del Laberinto. Editorial Algar Joven.

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